Conversaciones acerca del valor de la intencionalidad compartida, para una colaboración expandida (1ª Parte)

Desde hace un tiempo todo el mundo alaba el modelo de comunidades de práctica y considera sus bondades para la organización y para abordar el nuevo tiempo. A pesar de ello, los programas que llevan cierto tiempo encuentran límites para expandir sus propuestas y echan en falta un apoyo decidido. A partir de la experiencia del programa “La Colaboración Expandida” compartimos esta reflexión, en dos partes, poniendo sobre la mesa el concepto de intencionalidad compartida como factor crucial y proponemos los dos momentos claves del proceso en que hay que cuidarla especialmente. 

Desde hace unos meses conversamos con asiduidad con Jesús Martínez y Dani Jiménez, maestros en materia de las comunidades de práctica. Todos somos conscientes de que vivimos en un momento contradictorio. Las comunidades de práctica han demostrado su eficacia para introducir variables definitivas en materia de construcción de conocimiento, aprendizaje, mejora de la colaboración, agilidad para la actualización de diagnósticos, respuesta dinámica a la complejidad y, por tanto, cambio organizacional. Esas son claves esenciales para que las instituciones públicas puedan operar con eficacia en un contexto dinámico y en el que una de las condicionantes principales es la interdependencia en todos los niveles

Pero encontramos una serie de límites para lo que antes se llamaba la escalabilidad de las comunidades y de sus propuestas y para que estas se expandan dentro de la organización incorporando nuevas formas. El que las comunidades de práctica iban a encontrarse con este límite para la expansión de sus propuestas era algo que ya sabíamos, desde el momento que plantean una nueva forma de hacer las cosas en un contexto institucional afianzado durante siglos en lógicas, automatismos y formas de organización, fragmentarias, jerárquicas, verticales, limitadoras. Esto entra en contradicción con la naturaleza nómada de las comunidades, que aunque nacen en la periferia de la organización  tienen un afán de itinerancia, de interconexión y de desplazarse hacia los lados y desde ahí hacia el centro organizativo introduciendo dinámicas y variables que están en el núcleo de su planteamiento. 

Las comunidades de práctica tienen su ciclo natural con fases internas en cada momento. Sea como sea ese ciclo hay tres principios de funcionamiento que están en la base de su sostenibilidad: la calidad convivencial el cuidado mutuo y la intencionalidad compartida. 

Al poco tiempo de que empezamos esta experiencia, no fue complicado identificar que había un factor esencial que estaba mermando la energía de las personas y la posibilidad expansiva de los procesos. A ese factor le pusimos nombre, se trataba de la intencionalidad compartida. Es decir, el nivel de intención que se comparte, el grado real de compromiso y de asumir la narrativa y los modelos de las comunidades por parte de los responsables jerárquicos. Esto puede medirse, y de hecho lo estamos midiendo ahora. Siendo el simple apoyo al ser consultados al inicio, el grado mínimo y siendo el máximo el conocimiento del proyecto, el liderazgo para extenderlo dentro de la organización, las conversaciones mantenidas por los responsables con las personas de la comunidad durante su proceso, el co- diseño de la visibilidad de la comunidad, la incorporación a las unidades de formas de trabajo colaborativa que proceden de la comunidad, etc.  

En el nivel más bajo de esa escala, el alcance de la comunidad se limitará a su propio desarrollo y la comunidad se comportará como el resto de las acciones (de formación, planificación, desarrollo normativo, etc) del sistema; mientras que la propuesta de fondo de las comunidades de práctica lo que plantean es que las personas que desarrollan una acción, y la propia comunidad como sujeto emergente, al finalizar la misma, deben haber mejorado el nivel de conectividad con el resto de los actores del sistema y haber acortado la distancia que le separa de ellos. Las comunidades de práctica desarrollan en este segundo caso lo que llamamos una propuesta  de colaboración regeneradora, es decir con un enfoque y unas formas que facilitan la regeneración del degradado suelo institucional, en lugar de una propuesta de colaboración y aprendizaje reactivo (que reacciona a un tema y acaba en si misma). 

Presentamos aquí un esquema de los niveles de intencionalidad compartida (hacer click en el enlace)  y en la segunda parte de este post plantearemos la necesidad de poner especial énfasis en dos momentos del proceso de las comunidades para cuidar y mejorar dichos niveles de intencionalidad.  

JOSÉ IGNACIO ARTILLO
ELISA RODRÍGUEZ
Equipo “En Comunidad. La Colaboración Expandida.” IAAP

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