EL INICIO DEL CAMBIO, LA FORMACIÓN DE ACCESO

 

Te presentamos en este artículo la formación de acceso desde el punto de vista de quienes son verdaderamente sus protagonistas: las personas a las que va dirigida.

Por Manuel Jesús Ávila Parodi, Titulado Superior en la Delegación Territorial en Cádiz de Educación, Deporte, Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación.

 

Quizás para mí, que ya llevaba tiempo trabajando como interino en la Administración, no fue la mejor noticia el día que me dijeron que teníamos que hacer un curso de acogida.

Había transcurrido poco tiempo desde que me incorporé a mi puesto después de una larga espera a que se ofertaran las plazas y, además, mi experiencia en otros cursos anteriores, que no era diferente a la del resto de mis compañeros de trabajo, no auguraba un buen final: otra semana perdida viendo diapositivas y repitiendo normativa. Así que mi única esperanza era que la cosa pasara rápida y sin ningún contratiempo.

Esa era mi motivación cuando me presenté el primer día en las oficinas para hacer el curso. Lo primero que encontré me sorprendió (y no sería la única sorpresa del curso): mucha gente muy joven en su primer trabajo para la Junta de Andalucía.

Tras los saludos de rigor, pasamos al aula de formación, donde me esperaba mi segunda sorpresa: no había ningún estrado, ni sillas dispuestas para recibir una clase “magistral”. Las mesas se distribuían alrededor de la sala formando un anillo, con tres grupos de mesas pequeñas dispuestas en el centro llenas de cestas de fruta fresca (lo que se convirtió en algo habitual a lo largo de todo el curso). Y alrededor de las mesas nos esperaban los tres profesores muy sonrientes preparados para recibirnos con una copa de champán (obviamente sin alcohol).

Su presentación ya dejó claro que algo estaba cambiando en la Administración: nada de discursos impostados ni presentaciones maratonianas. Simplemente unos compañeros dirigiéndose a otros, contando sus propias experiencias y haciendo a todos partícipes de la conversación. Incluso a ellos se les notaba algo nerviosos e ilusionados por empezar con este nuevo sistema que, según nos dijeron, serviría como experiencia piloto para los posteriores cursos de acogida.

Y tras esto pasamos al verdadero “corazón” del curso: las dinámicas de grupo.

La más sorprendente, quizás por ser la primera, fue nuestra presentación. Nos colocamos por parejas que cambiaban cada pocos minutos para, mientras hablábamos de nuestros viajes, hobbies y experiencias, ir pintando sucesivamente el contorno y las formas de la cara del compañero que teníamos enfrente. El resultado: cada uno de nosotros ya teníamos nuestra propia “foto” oficial, que colocamos sobre nuestra silla y sirvió para identificarnos a lo largo de todo el curso (cualquiera de fuera seguro que pensaría que aquello era una guardería).

El resto del día lo dedicamos a hablar sobre en qué iba a consistir el curso, cómo se iba a estructurar y cuáles iban a ser sus objetivos más allá de una simple bienvenida a la Administración.

A lo largo de cada una de las siguientes jornadas fuimos intercalando pequeñas sesiones de diapositivas teóricas, con charlas acerca de las nuevas posibilidades de formación que ofrece el IAAP y, sobre todo, con dinámicas en las que aprender a mejorar nuestra forma de comunicarnos y cómo trabajar en grupo.

Dentro del grupo, referente a la comunicación, creo que fueron muy importantes las dinámicas relativas al storytelling: nos dividían por grupos y a partir de unos dados que determinaban cosas y acciones, había que construir una historia sobre cómo debería ser la acogida que se hace en los puestos de trabajo al nuevo personal que se incorpora y sobre la forma en que transmitimos lo que pensamos (a través de una analogía con las distintas luces de los faros de Menorca).

Pero si tengo que destacar alguna de las dinámicas, por divertida a la vez que instructiva, sin duda esa fue la expedición lunar. Os pongo en situación: formáis parte de una expedición a la Luna para difundir el flamenco (¿surrealista? Sí lo sé). Como parte de ésta lleváis una serie de equipamiento tales como comida, cuerdas, oxígeno, radio, mapas y así hasta quince objetos, guitarra flamenca incluida.

Resulta que a unos kilómetros de la estación lunar la nave que os transporta tiene que aterrizar, por lo que debéis llegar por vuestros propios medios. Y aquí empieza el problema: ¿Qué debemos cargar teniendo en cuenta su utilidad y su peso? La idea es que cada uno haga la relación ordenada de todos los objetos de mayor a menor utilidad, para que después, una vez debatido por el grupo, éste haga una lista conjunta elegida por mayoría. Aquí te das cuenta cómo el debate enriquece al grupo (escuchas cosas que ni te habías planteado) y de la forma que cada persona tiene de transmitir sus ideas (desde el más callado al más peleón).

Tras esto se compara la lista de cada grupo con la que confecciona la propia NASA y, sorpresa, siempre las listas individuales están más alejadas de la adecuada que las confeccionadas por los grupos (digamos que casi siempre es mejor, aunque a veces la democracia no es la mejor respuesta).

Como veis, lo que esperaba que se fuera a convertir en una pequeña tortura, pasó a transformarse en unas jornadas entre amigos donde hablar de nuestros problemas e inquietudes y aprender jugando a comunicarnos y a trabajar en equipo (gracias por ello a Charo, Iñigo y Nono). Así que la próxima vez que os avisen para hacer un curso del nuevo IAAP que no os cambie la cara, en todo caso por una sonrisa, y no dudéis en apuntaros para ver con vuestros propios ojos cómo se moderniza esta nuestra empresa.

No sé si el curso me ha servido para desarrollar mejor mis tareas, pero lo que sí puedo garantizar es que he conocido gente que entra con ganas de comerse el mundo, de participar y de innovar, y que ahora sé dónde puedo encontrar las herramientas y las personas (bendita Red Profesional) necesarias para mejorar mi formación.

Me despido no sin antes citar, que todo no iba a ser bueno, un problema que creo que se debería corregir (ahí lo dejo para quien quiera y pueda hacer algo): en nuestro caso, las compañeras del grupo C se sintieron desplazadas y con la sensación de estar perdiendo el tiempo cada vez que las dinámicas se referían a las funciones y tareas que corresponden a los cuerpos técnicos y superiores. Por eso creo que los cursos de acogida deberían hacerse siempre dirigidos a grupos A o a grupos C, pero nunca mezclados.

 

Para enviar sugerencias, comentarios o colaboraciones, escribe a revista.iaap@juntadeandalucia.es

 

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