En esta ocasión te traemos una reseña de la novela “Razones, esperanzas y sinrazones”, de Isabel Anaya Moreno.
Por José Berdugo Romero, Asesor Técnico de Procedimiento Sancionador del Servicio de Consumo. Delegación Territorial de Salud y Familias de Málaga
Estimada comunidad lectora:
Aprovecho la ocasión que se me brinda desde la redacción de la revista digital EnRed@2.0 para recomendar una novela relativamente reciente (la edita la malagueña Ediciones del Genal en 2017) que, alejada de los grandes circuitos editoriales, suele resultar injustamente desconocida, pese a que su autora, la tebeña-malagueña Isabel Anaya Moreno (perdóneseme la licencia de paisanaje), es una veterana poeta y novelista con un buen número de obras publicadas.
Razones, esperanzas y sinrazones es, no me cabe duda, una tierna y entrañable novela para cuya escritura, su autora, maestra de profesión, estuvo buceando en las fuentes históricas durante muchos años, para que a su acreditada brillantez de estilo no le fuera a la zaga una erudición y un rigor sobre el contexto de la época en que se inspira. La novela, muy al estilo de la “opera aperta” que tan bien teorizó Umberto Eco, nos ofrece una estructura en forma de mosaico en la que se mezclan un buen número de historias que, juntas, son el collage de un momento histórico tan interesantísimo como es la segunda mitad del siglo XVIII. Así, aparecen retratados, con perspectivas muy intimistas, personajes de las clases sociales elevadas, esa clase burguesa ennoblecida con el servicio a la corona que propició el despegue de España con Carlos III: Moñino, Campomanes, Jovellanos, muy especialmente Pablo de Olavide y otros muchos. De igual forma los clérigos también son protagonistas de la novela, además, cosa que es de agradecer, tratándolos con una ecuanimidad que al albur de lo políticamente correcto no siempre es fácil: algún gran inquisidor ilustrado que no es un perverso dogmático, curas de todos los tipos: algunos muy retrógrados, otros con un gran corazón…
De todas formas los principales protagonistas son los repobladores alemanes de la Sierra Morena, aquel gran proyecto de las nuevas poblaciones que pretendió dar seguridad y progreso al camino real mediante el asentamiento de miles de familias que huían de la precariedad vital de una Alemania que no salía de una guerra cuando se metía en otra (ellos reflejan, sin duda, esas esperanzas del título). Así, múltiples personajes estructuran la vida comunitaria, entre los que no me resisto a destacar a la sanadora Corina (tan anhelante, siempre, de su hermana Gisella), auténtico hilo conductor de la novela. Personajes femeninos valientes, trabajadores, inteligentes, buenos, solidarios, etc. dan ese toque reivindicativo de la mujer que, sin caer en el anacronismo, reivindica el papel de su sexo en esa época histórica. Junto a ellas, personajes desfavorecidos, como las partidas de bandoleros serranos, expulsados por una sociedad oprimente, para ganarse el sustento; los tan injustamente maltratados gitanos, tan perseguidos y tan reivindicados también en la novela; o esos ya muy minoritarios moriscos, de los que hay algún ejemplo en la historia.
Y no solo es clarificadora la obra al describir con esa profusión de detalles los aspectos sociales de la España de la época. En tramas que se entrelazan podemos ver reflejados asuntos tan interesantes como el movimiento ilustrado (las razones del título), la inquisición y la rémora que aún suponía para las luces que trataban de alumbrar esa España que tal vez pudo ser y no fue (sin duda, la sinrazón); la economía, aún anclada en esa primariedad del campo y la ganadería, pero en la que también destacan la dura minería de aquellas tierras serranas, o el comercio, o el tabaco de Sevilla,…; o los conflictos religiosos no solo entre católicos y protestantes, sino entre visiones ultramontanas y otras más liberales dentro del propio catolicismo; o, en fin, la medicina, la enseñanza, la integración de los gitanos, y un largo etcétera de pequeños hilos conductores que enriquecen sobremanera la obra a la vez que demuestran la intensa preparación de misma a la que antes me refería.
Y es que esa forma tan interesante de tratar una gran variedad de temas a través de un ingente número de personajes es una de las principales características literarias de Isabel Anaya como se puede comprobar en otras obras suyas como, por ejemplo, El Dios de Estera. Eso y las fuertes dosis de ternura de sus personajes, el papel de la mujer, las justicias y las injusticias y la riqueza de sus contenidos son la sal de sus libros; un condimento que tan buen sabor de boca deja en el lector que termina de leer cualquiera de ellos como, de momento, pueden comprobar con Razones, esperanzas y sinrazones.
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Y, por supuesto, no te vayas sin echar antes un vistazo a lo que llevamos publicado en los números de Enred@2.0.