Ángel Barroso Chico, del Servicio de Informática de la Consejería de la Presidencia y Administración Pública, nos cuenta cómo han cambiado las relaciones sociales y el acceso a la información desde la aparición de Internet.
Viajo en el metro casi todos los días de camino al trabajo, observo las caras de las personas, muchas de ellas somnolientas, legañosas, algunos y algunas se frotan la cara intentando despertarse a sí mismos.
A poco que recobran la conciencia, veo que echan mano al bolsillo de la chaqueta o hurgan con desesperación en el bolso buscando algo. Se palpan en los bolsillos, remueven el fondo del atiborrado bolso o macuto con cara de angustia buscando algo, hasta que por fin respiran con cara de satisfacción y relajadamente sacan su teléfono móvil… Ufff, cómo les cambia la cara cuando por fin encuentran la “maquinita”, y se ponen a consultar las diversas aplicaciones que tiene instaladas, Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, etc.
Parece que no podemos vivir sin ellas. ¿Y eso? ¿Qué nos ha pasado para convertirnos en dependientes de ellas?
Antes de las redes sociales
Sí señores, las redes sociales se han convertido en imprescindibles para cualquier persona “moderna”. Incluso nuestros mayores se sienten rejuvenecer cuando ven que pueden desenvolverse con cierta soltura en ellas.
Antes de existir las redes sociales como tal, usábamos la prensa, la radio, la televisión, e incluso el teléfono, como vehículos para mantenernos al día de la actualidad que nos rodeaba y ponernos en contacto con nuestros círculos de interés.
En la prensa obteníamos información enlatada elaborada por sesudos (algunos no tanto) profesionales que se encargaban de documentar la realidad, para nuestra información. El nivel de nuestra interacción con dicho medio era prácticamente inexistente.
Con la radio, el nivel de interacción era parecido al de la prensa, aunque en este caso nos permitía escuchar al locutor. De todos es sabido que las inflexiones en el tono y en la voz de una persona, nos permiten apreciar matices emocionales en el discurso que nos trasladan, pudiendo en muchos casos distinguir más allá de la verdad de lo aparente. La interacción consistía pues básicamente en llamadas del oyente en algunos programas.
La televisión supuso una evolución más dentro del ámbito de la comunicación pues aporta la imagen que nutría y nutre las palabras con contenido visual. ¿Interacción con el espectador?… bueno… discutible. ¿Su gran lacra? La necesidad de un gran aparato, difícilmente transportable. Si a eso añadimos la “targetización” de sus contenidos, que nos obliga a dejarnos guiar (cuando no influenciar)… Tampoco fue la solución.
Explosión de las redes
De pronto, cierta maquinita, va reduciendo su tamaño, aumentando su potencia, e incrementando su funcionalidad: El ordenador personal. Pero ¡oh, damas y caballeros!, aparece Internet, aparece la telefonía móvil. Y como producto de la unión de estos tres elementos, sumados a las ansias de comunicación que tanto los humanos como las empresas tienen, aparecen las redes sociales.
Primero las BBS (Bulletin Board System). Fueron muy populares en los años 80 y 90. Durante estos años, las BBS se convirtieron en el punto de encuentro de muchas personas, a pesar de lo rudimentario de su tecnología permitieron compartir experiencias y opiniones respecto a un gran número de temas.
Después aparecieron los sistema de CHAT. Todo el mundo entraba en los chats, cientos de canales de temática diversa fueron puestos en línea. Los usuarios descubrieron la palabra mágica “interacción”. Opiniones, e incluso discursos eran vertidos en tiempo real y replicados/respondidos convenientemente por los diversos participantes. Hay que añadir que el anonimato estaba prácticamente garantizado, lo cual produjo algunos efectos adversos, tanto para bien como para mal. Las personas podían libremente opinar pero también amenazar… Supuso la aparición de la figura del Moderador, figura cuestionable en algunos casos y necesaria en otros, para controlar la “etiqueta” en las conversaciones.
Y con la mejora de la tecnología, tanto en la parte servidora como en los terminales del cliente, llegaron las redes sociales. Interacción plena, capacidad de seleccionar los contenidos en función de tus más absolutos intereses, difusión y selección de contenidos multimedia, ricos en presentación y elaboración. Cientos, miles, por no decir millones de usuarios compartiendo y consumiendo intereses comunes, de manera inmediata, en tiempo real, y de forma que el usuario, deja de ser un mero consumidor a convertirse en un “Prosumidor” (consume y aporta). La panacea, el ciberespacio, la virtualidad: “Deus ex machina”. Somos dios, nos convertimos en dioses, el poder, en nuestras manos. La información, en nuestras manos.
Una reflexión: ¿A qué precio?… ¿Precio?… Gratis, damas y caballeros, tooodo gratis. ¿Cóoomo?… No nos dejemos engañar. El precio somos nosotros, el precio es nuestra intimidad.
La Intimidad
Tranquilos, mis lectores, no es una catástrofe, no es el apocalipsis, no hemos vendido nuestra alma al diablo como Fausto. Dice la Wikipedia que Fausto es el protagonista de una leyenda clásica alemana, un erudito de gran éxito, pero también insatisfecho con su vida, por lo que hace un trato con el diablo, intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos. Sí señores, hemos cambiado el conocimiento ilimitado, los placeres mundanos que obtenemos gracias a/vía la tecnología, la comunicación multidireccional, y “la influencia”, por una pequeña dosis de nuestra intimidad (a veces no tan pequeña).
Todos los servicios que se ofrecen en la red, han ido pasando poco a poco a un modelo en el que, para ofrecernos contenidos a nuestra medida, tienen que conocernos. Sí, damas y caballeros, tienen que conocernos, lo justo, pero tienen que conocernos. Para ello aceptamos las famosas “Eula” (End-User License Agreement), en la que se definen los parámetros a través de los que se establece nuestra relación. No se las lee nadie, pero recomiendo encarecidamente hacerlo. Depende de nosotros decidir hasta qué punto queremos que sepan quiénes somos, cómo pensamos y qué nos atrae.
¿El premio?… porque hay un premio… el mundo a nuestros pies. Nuestras ansias y nuestros deseos satisfechos, a costa de un poco de nuestra intimidad. Un consejo, no la perdamos al cien por cien, dejemos algo para nosotros. Y confiemos en los moderadores, ahora llamados reguladores. Es su labor y están para protegernos.
El factor económico
Los intereses de las grandes corporaciones, especialmente las .com, ya no se miden tanto en el tamaño de sus empresas, como en el número de usuarios que hacen uso de sus servicios. Incluso a nivel del individuo, es un éxito para un usuario de redes sociales tener un gran número de seguidores, todos tenemos en mente a los famosos “influencers”. Pero es evidente que la economía lo mueve todo en el mundo actual.
Las redes sociales no son la excepción. La aparente gratuidad de los servicios ofrecen una herramienta a las empresas, el ofrecernos contenidos a nuestra medida que nos enganchen a su objetivo comercial. Podríamos decir que se trata de una simbiosis entre nosotros y ellos.
Las redes sociales inducen, en muchos casos, una idealización del objeto de sus “targets”, por ejemplo: Las mejores fotografías de paisajes que queremos visitar, los mejores artículos de consumo de nuestras aficiones o gustos, las mejores críticas de los espectáculos por los que solemos interesarnos, los chicos/chicas más bonitas, etc. Y, como el alma humana es fácilmente impresionable e influenciable, es comprensible desear obtener, o al menos intentar alcanzar, ese ideal que nos muestran. ¿En qué se traduce esto? En la tentación de intentar alcanzar nuestros sueños. ¿Cómo? Gastando, tarde o temprano, nuestro dinero (no olvidemos que el tiempo también es dinero) en alguno de esos fantásticos objetos que tan fácilmente ponen a nuestro alcance. La gran mayoría de las veces acabamos consiguiéndolo, enriqueciendo nuestro patrimonio emocional personal… ¿Y los propietarios de las “redes”? también… Sino que se lo pregunten a Bezos, Zuckerberg o Rad.
Beneficios para La Administración
Si bien las redes sociales están diseñadas para hacer alcanzar la felicidad a sus suscriptores. ¿No podríamos decir que “La Administración” pretende lo mismo? No sean cobardes, ni tímidos, ¡respondan!
Es evidente que uno de los objetivos es contribuir a mejorar el estado del bienestar del ciudadano, ya sea facilitándole la gestión de su relación con la Administración, ya sea subvencionando e incentivando las actividades que desarrolla en su entorno social (su vecindario, su barrio, su comunidad, sus representantes… su gobierno… su futuro), mejorando la calidad de los servicios que recibe de esta (sanidad, cultura, economía, trabajo, etc).
El despotismo ilustrado acuñó una frase muy conocida “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La consecuencia, en nuestro caso, es que nuestros políticos desarrollan en muchas ocasiones iniciativas con destino al “pueblo”, pero que “el pueblo” no necesita o no entiende. Las redes sociales, son algo vivo, algo en constante evolución, dinámicas y muy al tanto de las necesidades del usuario final. La participación del ciudadano en ellas permite o permitiría, tener un feedback constante de la opinión pública y tomar la temperatura, en tiempo real, de las iniciativas que el gobierno plantea o proyecta llevar a cabo.
El pueblo quiere que se cuente con él a la hora de decidir y de elaborar planes estratégicos y económicos en los que se vaya a ver afectado. Nadie mejor que él sabe cuáles son sus intereses, y ¿qué mejores mecanismo de participación en estas cuestiones, que aquellos que las redes sociales ponen al alcance gracias a la omnipresencia de nuestras “maquinitas”?.
Detrás de la tecnología
Sí, cierto… todo muy bonito, todo muy accesible, y siempre está ahí.
Pero detrás de todo ello están las personas que se encargan de poner a su disposición los sistemas que alojan los contenidos que nos ofertan, “los técnicos”. Personas muy formadas, muy preparadas y ansiosas de dar los mejor de sí mismos para mantener y mejorar los engranajes sobre los que se sustentan las redes sociales.
Pero… incluso más importantes aún que los técnicos, son las personas que se encargan de procesar la información que nos llega, se recibe, o con las que se alimentan las plataformas de comunicación. Son los encargados de interpretar la información que recogen, los dinamizadores del contenido, los “Community Manager”. Sin ellos, “el dato” puro no tiene sentido. Ellos interpretan los resultados pero también dan sentido a los contenidos que se ofrecen. Estudian los resultados de las encuestas, responden y/o analizan las opiniones de los foros, tratan de implicar a la sociedad para que actúe de manera participativa en beneficio mutuo, llegando a crear y conducir opinión. Procesan la información (lo suelen denominar “minería de datos”) y obtienen conclusiones, que trasladan a la entidades implicadas, que finalmente son las que deciden sobre “los destinos del hombre” (menuda frasecita, ¿eh?). Analizar su papel requeriría un capítulo aparte.
Conclusiones
Piensen, damas y caballeros… Piensen, ¡que para algo tienen esa cosa que reposa sobre sus hombros! Saquen sus propias conclusiones, pero tengan en cuenta que la tecnología y las redes sociales, han llegado, están para quedarse, y… debemos aprovecharlas. Son ya parte de nuestra cultura digital, así que “¡¡¡no sean analfabetos y aprendan a usarlas!!!” que el futuro es hoy y depende enteramente de nosotros.
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