Un paseo por la historia de Málaga de la mano de Ruy López de Villalobos y guiado por Mª Victoria García Ruiz, Jefa de Sección de Centros Escolares de la Delegación Territorial de Educación, Deporte, Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación en Málaga.
La relación entre Málaga y Filipinas se inicia en el siglo XVI con Ruy López de Villalobos, conocido fundamentalmente porque en su expedición se dio el nombre de Filipinas a las Islas de Poniente, en honor al entonces príncipe Felipe II. Nuestro ilustre malagueño, que cuenta con una calle con su nombre en la zona del Camino de Antequera, vino al mundo en los primeros años del siglo XVI. ¿Cómo era Málaga en aquellos momentos?
A principios del siglo XVI, Málaga era una ciudad recién conquistada a los musulmanes por los Reyes Católicos y aún conservaba muchos rasgos adquiridos en siglos anteriores. En efecto, los cristianos habían heredado una ciudad musulmana, la medina, que se hallaba rodeada por una muralla y contaba con siete puertas principales. La medina sería lo que hoy conocemos como Centro Histórico. La forma de la medina era entre circular y triangular, el mayor lado era el que miraba al mar. Dominando la ciudad se hallaban la Alcazaba, residencia del poder civil y militar, y en la cumbre, Gibralfaro, formando un complejo sistema defensivo. Alrededor de la medina se situaban los arrabales y el frente marítimo (Fig.1: Málaga en 1487 – elaboración propia-).
En agosto de 1487, tras una dura y dramática contienda, Málaga se incorporó a la Corona castellana. La población musulmana fue rápidamente sustituida por familias cristianas venidas desde todos los puntos de la península, que habían acudido a la llamada repobladora de los monarcas. Tras la conquista, la ciudad comenzó a sufrir transformaciones urbanísticas, no solo porque debían arreglar y reparar los destrozos que se habían producido durante el asedio, sino también para adaptar las casas y las calles a los usos y costumbres de sus nuevos moradores. En definitiva, para cambiar la imagen de una ciudad musulmana a una cristiana.
Así, por citar algunas de las actuaciones que se llevaron a cabo, diremos que entre finales del siglo XV y principios del XVI se ensancharon y se hicieron más rectas numerosas callejas y plazuelas con solo hacer pequeños derribos, se abrieron las portadas de las casas hacia las calles principales en lugar de a las estrechas callejas que tenían por costumbre los musulmanes, se abrió la actual calle Nueva, se amplió la pequeña plaza de las Cuatro Calles creando la actual Plaza de la Constitución, se trasladaron al otro lado del Guadalmedina las industrias más contaminantes como las tenerías, las anchoverías y los percheles, y muchas otras intervenciones en las que ahora no podemos detenernos. No obstante, pese a las numerosas reformas que se realizaron, la estructura urbana islámica no sufrió grandes transformaciones.
A nivel simbólico, lo más significativo fue la desaparición de las más de cincuenta mezquitas que existían en la Málaga musulmana, mientras que se erigían parroquias en las cuatro circunscripciones o collaciones en que se dividió la ciudad: San Juan, Santa María, Santiago y Mártires. Igualmente, la mezquita más importante, la Aljama, se convertía en Catedral.
Como ya he dicho, tras la conquista los monarcas habían emprendido una eficaz política repobladora, cuyo reclamo principal había sido el reparto de viviendas y tierras entre las familias cristianas que vinieran a avecindarse a la ciudad. Una de esas familias fue la de Ruy López de Villalobos. Efectivamente, sabemos que Ruy López era hijo de uno de los primeros repobladores, el leonés Juan de Villalobos y de su segunda esposa, la madrileña Juana de Vargas, gracias a la biografía que han ido componiendo diversos autores, entre los que cabe citar a Narciso Díaz, Anguita Galán, Moreno Gómez, Santos Arrebola y David Cuevas Góngora. Juan de Villalobos, de origen hidalgo y natural de la Casa de Villalobos de León, llegó a Málaga en 1489 junto con su primera mujer, doña Constanza de Ribadeneira, formando parte de la ola de familias repobladoras que desde agosto de 1487 se fueron asentando en la ciudad. También vinieron otros familiares de Juan de Villalobos, como fueron sus hermanos Beatriz y Francisco. Beatriz de Villalobos llegó casada con Alvar Núñez de Guzmán, que gozaba del favor del rey católico porque su hermano, Galaz de Guzmán, había muerto a su servicio. Todo ello se recoge en los Libros del Repartimiento de Málaga, considerados como una auténtica partida de nacimiento de la Málaga moderna.
Antes de su establecimiento en Málaga, Juan de Villalobos había sido alcaide de la villa de San Martín de Trebejo, en Cáceres, por lo que era conocido como “alcaide de Trebejo”. Recién llegado a Málaga entró a formar parte de la oligarquía malagueña ocupando, primero, el cargo “mayordomo de la ciudad” y pocos años después, el de Regidor, accediendo en 1508 a una de las trece plazas vitalicias del regimiento malagueño, que luego perpetuaría en su familia al traspasarlo a su hijo Francisco de Villalobos, como se recoge en los estudios sobre la oligarquía ciudadana malagueña a fines del siglo XV realizados por José Mª Ruiz Povedano.
A lo largo de los años Juan de Villalobos fue adquiriendo una respetable hacienda. Como miembro del grupo de los caballeros de las “siete partes”, había recibido importantes donaciones, sin olvidar otras mercedes que les otorgaron los monarcas por valor de 70.000 maravedís. Entre sus propiedades figuran las donaciones de una casas para su morada en la calle Guardas, un mesón en la calle Carpinteros, un solar en los arrabales, tierras y dos molinos en Alhaurín, sin olvidar una heredad de huertas y viñas que se conocía con el nombre de “Buena Vista”, con su casa y torre, y otras casas que compraron en la ciudad.
Con su primera mujer, Constanza de Ribadeneira, Juan de Villalobos tuvo dos hijos: Francisco de Villalobos y el licenciado Diego de Villalobos. Y con su segunda mujer, Juana de Vargas, tuvo tres hijos que pertenecerían a la primera generación de nacidos en la Málaga moderna: Rodrigo de Villalobos, conocido más tarde como Ruy López de Villalobos, Antonio de Luna Villalobos y Bernardino de Vargas. Los tres hermanos llegarían a formar parte de aquellos audaces emprendedores que gustaron de participar en las empresas de descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo.
Con apenas 30 años de edad Rodrigo se encontraba en Méjico, con el nombre ya cambiado a Ruy López de Villalobos. Conocemos las aventuras de Villalobos gracias, fundamentalmente, a tres relatos que se han conservado: el de fray Jerónimo de Santisteban, prior de la expedición, el de García de Escalante Alvarado, factor real, y un relato anónimo que se descubrió en la Biblioteca Nacional. En el relato anónimo se describe a nuestro malagueño como “alto de cuerpo mas muy delgado… de sutil y muy claro ingenio… casto y amigo de sus amigos…”.
En Méjico casó con doña Juana de Ircio, hija y nieta de conquistadores. Tuvieron, al menos, un hijo, conocido como Ruy López de Villalobos “el mozo”. Desde que llegó a Nueva España, Ruy López había ejercido algunos cargos políticos-administrativos, como el de alguacil mayor de la chancillería de Méjico y el de visitador de la provincia de Acapulco y otras partes. En 1542 el virrey don Antonio de Mendoza, con quien parece que tenía cierto parentesco, designó a Ruy López para dirigir la armada con destino a las Islas de Poniente, nombrándolo teniente de gobernador y capitán general de los territorios colonizados. Pero, sobre todo, Villalobos llevaba el encargo de establecer una ruta de retorno a Nueva España.
La expedición no fue muy afortunada, debido en gran parte al conflicto de jurisdicción de las Molucas que mantenían España y Portugal. Sin embargo, algunos autores, como Martínez Shaw, destacan la importancia de los descubrimientos e identificación de numerosas islas en el Pacífico. Además, quedó la rotunda afirmación de que las Filipinas caían en el área concedida a España por el tratado de Tordesillas, y por tanto podían ser puestas libremente bajo la soberanía de la Monarquía Hispánica, como así ocurriría dos décadas después. Si la expedición no fue muy afortunada, sí lo fue en cambio con el nombre, pues llamaron Filipina a la isla de Leyte, y en plural, Filipinas, seguramente al grupo de islas Samar-Leyte, de donde poco después se extendió la denominación a la totalidad del archipiélago. Sin olvidar que también pusieron el nombre de Málaga a una bahía de la isla de Mindanao que llamaron Césare Karoli en memoria del Emperador.
En fin, Villalobos no pudo completar la empresa de encontrar la ruta de regreso a Méjico, pues acabó enfermando en la isla de Ambón, cerca de las Molucas, donde fallecería en 1546, con apenas 40 años de edad. Su hermano Bernardino de Vargas, que le acompañaba en la expedición, había muerto también tempranamente, en 1543, en las islas de Sarragán. Antonio de Villalobos, en cambio, tuvo una vida longeva, pues nació alrededor de 1510 y murió a finales del siglo XVI. Antonio de Villalobos, que en América adoptó el nombre de Antonio de Luna, también se afincó en la ciudad de Méjico. Allí contrajo matrimonio con la criolla Isabel de Caicedo, hija del conquistador Antón de Caicedo y de doña María Montes de Oca. Antonio de Luna Villalobos era considerado como “inventor” de un ingenio o máquina para extraer perlas del mar y tesoros de navíos hundidos, y junto con sus socios Antonio Luis de Cabrera y el también malagueño Diego de Lira, lo pusieron en práctica en 1568 mediante una cédula de privilegio que le permitía usar el ingenio en las Indias.
Pero volvamos a la Málaga del siglo XVI. De entre todas las propiedades que tenían los Villalobos, interesa centrarnos en la vivienda familiar. En los Libros del Repartimiento consta que en diciembre de 1488 los repartidores les dieron unas casas para su morada en la calle de las Guardas esquina a la calle Pontezilla (es decir, actuales calles Compañía y Santos), y en octubre de 1491 se le acrecentó la donación otorgándosele otras dependencias de alrededor. Ruy López de Villalobos habría nacido en Málaga en los primeros años del siglo XVI. Por tanto, no es desacertado pensar que nuestro malagueño naciese en la casa familiar de los Villalobos, ubicada en la calle de las Guardas.
En una reconstrucción del plano de la ciudad a principios del siglo XVI localizamos la vivienda ubicada en la actual calle Compañía, nº 21, esquina a la calle Santos, es decir, frente a la Plaza de San Ignacio y la iglesia del Sagrado Corazón, como puede verse en la siguiente imagen que refleja la zona donde se situaban las casas.
En la actualidad, no cabe duda de que la presencia del museo Carmen Thyssen Málaga ha revitalizado el sector, pero el sistema viario que conforma el entorno de la calle Compañía sigue guardando los rasgos heredados de la época musulmana y las aportaciones urbanísticas que se llevaron a cabo durante la primera etapa de experiencia repobladora. En la Málaga del siglo XVI el ámbito de la calle de las Guardas, donde tenían su casa los Villalobos, ya empezaba a distinguirse acogiendo a personajes selectos de la sociedad repobladora. En efecto, la apertura de la Puerta Nueva en 1494 supuso un cambio en la función económica del aquel sector urbano de la ciudad, que contribuyó a que la zona se ennobleciera, lo que justifica que en la calle de las Guardas o de San Sebastián, como sería conocida poco después, se fueran estableciendo hombres de negocios y de reconocida capacidad económica. También, andando el tiempo, se instalaría en esta calle la Compañía de Jesús, dándole el nombre que conserva en la actualidad.
Y no quiero finalizar sin contar una anécdota sobre la relación de Málaga y Filipinas. Al principio he comenzado diciendo que esa relación se inicia con nuestro malagueño Ruy López de Villalobos, pero en realidad, probablemente lo primero de Málaga que viajó a Filipinas fueron nuestras anchoas.
Les cuento.
Hace algunos años la profesora Mª Teresa López Beltrán dio a conocer un documento fechado en 1519 por el que se sabe que el capitán Hernando de Magallanes llevaba 200 barriles de “anchovas malagueñas” en la expedición que formó parte de la primera vuelta al mundo. Las anchoas salieron del puerto de Málaga en la Nao Trinidad, atracada aquellos días en Málaga, para transportarlas posteriormente a Cádiz, donde se harían cargo de ellas. Precisamente, el Archivo Histórico Provincial de Málaga ha celebrado el 500 aniversario de la primera vuelta al mundo llevada a cabo por Magallanes y Elcano con la exposición, durante el mes de julio del año pasado, de este precioso documento
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