Por María Lucía Imaz Fandes. Administrativa.
Servicio de Presupuestos y Gestión Económica. Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico.
Son muchos los edificios singulares y con gran valor artístico y /o histórico en los que los empleados de la Junta realizamos nuestro trabajo y de los que generalmente desconocemos su historia o su valor.
Mi puesto de trabajo está está situado en un edificio antiguo, en pleno centro de Sevilla: el Palacio de Altamira.
El edificio necesitó una gran rehabilitación para su transformación en un espacio administrativo que conservase su esencia incluyendo a varias casas anejas, lo que se hizo de una forma muy hábil. Me gusta mucho el edificio. Cosas mejorables siempre las hay, pero me asombra cómo se ha fusionado de una forma tan sutil lo antiguo con lo nuevo, y se le ha dado una utilidad tan práctica.
Está demostrado que trabajar en un espacio cómodo pero, además, bonito, alegre y luminoso es importante para el bienestar mental de los empleados de cualquier empresa, lo que aporta su granito de arena al rendimiento del trabajo y a la estabilidad del personal en la misma. Y esto me lleva a reflexionar sobre la cantidad de edificios históricos, singulares y con gran valor histórico o de otro tipo en los que los empleados de la Junta realizamos nuestro trabajo y de los que, muchas veces, desconocemos su historia o su valor.
Los hay, y muchos, en todas las provincias andaluzas, de varias tipologías y para usos diferentes. Desde palacios o casas señoriales, pasando por antiguos conventos, espacios de uso de almacén en otras épocas e, incluso instalaciones deportivas. De todos ellos, me gustaría hoy hacer una mención al Palacio de Altamira, sede de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, que a pesar de estar ubicado en un lugar céntrico de Sevilla, es un gran desconocido.
El Palacio de Altamira, catalogado como Bien de Interés Cultural en su categoría de monumento desde 1990, se encuentra en la calle Santa María la Blanca, en la zona de la antigua judería de Sevilla, que era un importante centro comercial en la Edad Media. Las catas arqueológicas demuestran que existieron restos de casas particulares bajo el actual edificio, que fue levantado por el justicia y alguacil mayor del rey, Diego López de Zúñiga tras adquirir estos terrenos. Esta adquisición se produjo tras el progrom o asalto a la judería en 1391, un levantamiento popular contra los judíos. Esta zona de la ciudad se remodeló tras la expulsión, muerte o conversión de los judíos que allí vivían.
Así, se edificó un gran palacio en estilo mudéjar, uno de los mayores edificios de Sevilla, del que todavía se conserva el patio, una sala cuadrada con un patio yuxtapuesto y una edificación rectangular paralela a la fachada. Esta edificación cuenta con un gran espacio central y un pasillo cubiertos por un artesonado de madera y adornados, a finales del siglo XVI, por yeserías, y dos aletas laterales con bóvedas pintadas con los escudos de la familia de Altamira y Guzmán. Desde entonces, pasó por diversos nobles propietarios hasta quedar ligado al Condado de Altamira, nombre por el que hoy es conocido.
Los sucesivos propietarios realizaron transformaciones en él para adaptarlo al gusto de la época. Entre ellas, cabe destacar la ejecución de la crujía de fachada en el siglo XVII, destinada a proveer de fachada y de un cuerpo principal de habitaciones al antiguo Palacio. En el siglo XIX el palacio se desvinculó del Condado y se dedicó, como otros palacios en esta época, a casa de vecinos, para lo que se añadió una pequeña edificación en el patio de la entrada y unas escaleras para unir la planta baja con la crujía de la fachada.
En esta última etapa, en la que se enmascaró gran parte del palacio original, se produjo un enorme deterioro del edificio que persistió hasta que se llevó a cabo su rehabilitación por parte de la Junta de Andalucía. Esta rehabilitación siguió la línea de esta Consejería de ubicar sus instalaciones en diversos edificios para promover así la rehabilitación integral de la antigua judería, muy deteriorada hasta entonces. Realizada por el arquitecto Francisco Torres Martínez, con esta intervención, finalizada en 1990, se ha recuperado un edificio impresionante para Sevilla. Actualmente aloja la sede principal de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico.
Si te ha gustado este artículo, encontrarás más contenidos interesantes en nuestra sección CONOCE ANDALUCÍA.
Y no dejes de ver qué tenemos publicado en los distintos números de EnRed@2.0.