Por Javier María Ruiz Enríquez
Maestro en el CEIP Maestro Juan Corrales de Málaga
El autor nos ofrece su visión particular y crítica del controvertido informe PISA.
Al igual que cada año regresan estacionalmente las golondrinas, cada tres años vuelve el impertinente informe PISA.
¿Y qué es este informe? PISA son las siglas en inglés de un estudio internacional para medir el rendimiento del alumnado en Ciencias, Matemáticas y Lectura. Concretamente, es el informe del Programa Internacional para la Evaluación del Sistema educativo (Programme for International Student Assessment, en inglés). Este informe se construye a partir de unas pruebas, realizadas cada tres años a estudiantes de 15 años, que se conocen comúnmente como pruebas PISA. Todo esto lo organiza y coordina la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y pretende ayudar a los países en su mejora educativa.
Con este documento, los 79 países que participan, más varios que se encuentran en vías de desarrollo, de reciente inclusión (PISA-D), obtienen una puntuación y unos datos estadísticos que reflejan su rendimiento educativo, todo lo cual no deja indiferente a nadie.
Ciertamente, en los últimos años, el informe, como decía Alsina en su monólogo, se ha convertido en una especie de Eurovisión, donde los distintos países van obteniendo una puntuación y un puesto en una escala, y estar bien situados en ella da relumbrón al lado del resto. Y España siempre queda entre los países del montón, sin subir ni bajar considerablemente.
A veces, en nuestro país hay una pequeña subida en los resultados, y entonces llegan los “expertos” a analizarlos, haciendo gala de sus interpretaciones más sesgadas e irreflexivas. “Será porque los docentes están mejor formados”, dicen sin ningún pudor, añadiendo otras deducciones de un rigor similar. ¡Claro que sí, hombre! ¡Si es que de golpe, en tres años, los docentes son otros! O a lo mejor de repente todos han hecho un máster de dos años, u otra carrera de docencia, o cobran más, o hay más profesorado por niño. O quizá sea que, de la noche a la mañana, se ha conseguido recuperar la autoridad perdida hace tanto tiempo en las clases. ¡Por supuesto! ¡Todo muy lógico y razonable! A lo mejor estos entendidos piensan que pueden opinar así sin ofender a nuestra inteligencia. ¿Es que acaso no se podrían interpretar estos resultados de otra forma, y conjeturar, por ejemplo, que ahora los alumnos hincan más los codos?
No, está muy claro que los resultados se interpretan de una forma bastante poco científica. Entre otras cosas, podemos observar que, en las pruebas que se pasan a los alumnos, los enunciados son frecuentemente ambiguos, y que el diseño de los cuestionarios varía continuamente de forma subliminal. Existen también ciertos sesgos, como el sesgo cultural, que pueden hacer variar los resultados en diferentes países, y que luego no se tienen en cuenta a la hora de elaborar los diseños estadísticos. Y, para colmo, los resultados de estos estudios con diseños sesgados se interpretan también de forma sesgada.
Además de todo esto, para poner la guinda sobre el pastel, llegan profesores de universidad (como recientemente ha ocurrido con sendos profesores de la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad de Alcalá), además de diversos medios de comunicación, que exponen a los cuatro vientos sus teorías de que el problema está en la mala formación del profesorado. Esto puede resultar irritante y hasta cómico, si tenemos en cuenta que en Andalucía (y en otras muchas regiones de España) tenemos un Sistema de Formación Permanente del Profesorado, que aporta cientos de acciones formativas de las más variadas modalidades para cada curso. Y los buenos resultados de esa formación están respaldados por las estadísticas de los Centros de formación del profesorado. En realidad, basta abrir los ojos y analizar en persona el contexto de cualquier centro educativo para observar que tenemos un profesorado con un fortísimo compromiso con su formación continuada.
Pues no, estos expertos opinan que los mediocres resultados provienen, por decir algo, de que los profesores de matemáticas… ¡no saben matemáticas! ¡Tonterías! Esto no es más que una afirmación categórica e infundada. Y solo hay que ver las mencionadas estadísticas de los centros de formación del profesorado para comprobar que es falsa. De una forma menos rigurosa, lo podemos comprobar si nos paramos a repasar cuántas personas conocemos que, habiendo acabado el Grado de Magisterio (porque aquí todos vamos en el mismo bote, claro, los de primaria y los de secundaria) y mientras se sacan o no las oposiciones, están dando clases particulares de matemáticas, y no solo a alumnos de Primaria, sino también de Secundaria. Y esto refiriéndome sólo a los Maestros.
En realidad, más del cincuenta por ciento de las variaciones en las puntuaciones se explican fácilmente por los distintos índices sociales, culturales y económicos. Así, PISA no cumple ni de lejos con sus objetivos de ayudar a subir los resultados y de mejorar el Sistema. Pero lo que sí hace, desde luego, es motivar y dar alas a los que van bien, y desmoralizar y pisotear a los mediocres o malos. Quizá de ahí podría venirle el nombre: es un informe que “pisa”.
Así que, ¿por qué no salirse de PISA, y hacer algo más productivo, como sería ponernos en España todos de acuerdo para tener unos criterios educativos comunes, con una voluntad firme y clara de mejora, buscando los problemas reales, y teniendo en cuenta la realidad sociocultural? Y, si no, ¿por qué no interpretar bien los datos, sin mezclar las opiniones, los intereses personales y la política?
Al informe le pasa lo mismo que a la Torre con su mismo nombre: que está cayéndose. Sin embargo, a lo largo de todos estos años, a los distintos dirigentes esto parece no importarles mucho. Lo expresaba muy bien una viñeta en la que se veía a un periodista preguntando a un Ministro de Educación, sobre qué opinaba acerca las bajas puntuaciones en España en el nivel de lectura, a lo que el Ministro respondía: “Nada, me da pereza leérmelo”.
Hemos de mirar, en definitiva, con desconfianza, los datos de las pruebas PISA. Todos los años hay unos cuantos días en los que están en cabecera en los medios de comunicación. Después, todo se enfría, pero queda la opinión de que hay países adelantados, y países atrasados. Y que, entre estos últimos se encuentra España. Y no digamos nada de Andalucía.
Sin duda, para mejorar nuestro sistema educativo hay que dar más protagonismo a nuestros docentes, pues es el propio Sistema el que ahora obliga a aprobar al alumnado, y ello nunca va a repercutir en una mejora de la enseñanza. Recuerdo una tira en la que se decía que no era posible hacer de la educación una disciplina olímpica, porque lo importante no es participar, sino aprobar. Llegado este punto, veo necesario incidir también en la importancia de devolver al cuerpo docente su autoridad. Buenafuente lo expresaba muy bien en su monólogo: “Ahora son los profesores los que tienen que levantar la mano para pedir permiso para hablar”.
Por último, voy a mencionar una problemática en la que ahora no entraré en profundidad, pero que considero de suma importancia: la posibilidad de entrenar al alumnado específicamente para las pruebas PISA, de manera que los alumnos vayan a las pruebas prácticamente sabiendo lo que les van a preguntar. Esto puede ser un campo de reflexión, porque puede estar influyendo en los resultados, y ser utilizado por diferentes países para despuntar en la comunidad internacional.
Yo, como docente, y como padre de varios hijos, he tenido la oportunidad de observar todo esto desde distintos ángulos, y he podido constatar que es un asunto de muy dudosa validez. Pero, desde luego, deja a nuestro Sistema educativo en un puesto muy mediocre. Lo deja PISADO, pisoteado.
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