Por Santiago Díaz Caro
Coordinador de Formación de Mantenimiento del Hospital Universitario Virgen Macarena
En una ocasión comentaba con mi jefe inmediato la necesidad de realizar un pedido de un material determinado, sopesando la posibilidad de comprar uno mas barato, aunque sin demasiada diferencia de calidad entre ambos materiales. Finalmente me dijo que desde que trabajaba en la Administración a nadie se le había premiado nunca por ahorrar y que debía comprarse el más caro. Esas palabras me impactaron y me hicieron meditar sobre la cuestión.
Y la verdad es que en esta Administración, no solo no se premia al ahorro sino que en mi opinión se “castiga”. Pensaréis que esa conclusión es un poco drástica y puede que sea una afirmación con la que no todos estemos de acuerdo, pero yo lo creo así y lo voy a justificar.
Al poco tiempo de empezar la labor en mi lugar de trabajo, hablando con un cargo superior, me dijo que la gerencia de mi hospital, había conseguido un ahorro considerable durante la anualidad y como consecuencia de ello, al siguiente año su presupuesto de gastos se había reducido.
En algunas ocasiones a final de año ha sido necesario realizar compras urgentes de última hora, para cubrir el presupuesto. Pero eso no sólo ocurre en la administración sanitaria, tengo una amiga que es directora de un colegio, y cuando llegó a la dirección, había escasez de material por falta de presupuesto y gracias a su labor de hormiguita ahorradora, no sólo consiguió que se acabara la escasez, sino que al cabo de algún tiempo, tenía un remanente en la cuenta del colegio. ¿Qué ocurrió? lo que era de esperar, al darse cuenta la administración de ese remanente, le bajó la asignación anual considerablemente.
Sin embargo, conozco una excepción al caso que todavía me resulta mas enriquecedora y que me demuestra lo deseable que sería que el resto de las administraciones pudieran tomar nota del asunto.
Tengo un buen amigo responsable de mantenimiento de la Universidad, su Facultad, disponía de un sistema de arquitectura de control, domótico para los menos legos en la materia, en los años posteriores a la Expo del 92. El sistema era manifiestamente mejorable y gracias al ahorro que iba consiguiendo en el consumo eléctrico anual, no sólo terminó de elaborar el sistema de control de su facultad, sino que pudo implementar el sistema en la mayoría de las facultades de Sevilla.
Como conclusión, creo que los buenos administradores de los bienes públicos, no deberían ser “castigados” por su labor, sino que habría que darles oportunidades de mejora en las responsabilidades que tienen encomendadas. Y si hubiese que “castigar” a alguien en la administración, debiera de ser a esos funcionarios que derrochan el dinero público sin control, que sabemos que los hay, y se involucran en proyectos que muchas veces no solo son poco útiles, sino que además son ruinosos para la hacienda pública. Esos responsables que desconocen lo que es una economía en el consumo, porque en algunos casos, no han tenido que ejercerla en sus hogares, por suerte para ellos, pero eso no es óbice para que lo paguen los demás.
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