Situado en la Avenida de la Constitución dando su fachada principal a la Plaza Adolfo Rodríguez Jurado, es una de las mejores manifestaciones del estilo regionalista en Sevilla y ostenta la categoría de Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde 1971.
Por María Lucía Imaz Fandes. Administrativa.
Servicio de Presupuestos y Gestión Económica. Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico.
Siguiendo con los enclaves singulares en los que la Junta de Andalucía organiza sus instituciones y lugares de trabajo, hoy me gustaría hacer referencia al Edificio Coliseo, emplazado en la Avenida de la Constitución de Sevilla, sede los servicios centrales y de la Gerencia de la Agencia Tributaria de Andalucía (ATRIAN) en esta ciudad.
Su construcción, de 1925 a 1930, coincide con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, durante el reinado Alfonso XIII, y con una gran renovación urbanística que se estaba realizando desde 1911, con motivo de la exposición Iberoamericana de 1921, cuya inauguración fue varias veces aplazada. Esta renovación supuso la reforma de parte de la ciudad (Barrio de Santa Cruz, Paseo de Catalina de Ribera, Jardines de Murillo y parque María Luisa), a la vez que se crearon barriadas nuevas, para alojar a los visitantes y el personal de la Exposición (Ciudad Jardín y Heliópolis), además de cubrir la necesidad de vivienda que el ocasionada por el crecimiento demográfico (Las avenidas de “La Raza” y “La Palmera”).
Pero lo más remarcable a los efectos que nos ocupa fue la apertura de la Avenida de la Reina Mercedes, actualmente llamada “Avenida de la Constitución”, por el entonces alcalde Antonio Halcón y Vinent, para lo que se derribaron varias edificaciones, que hacían imposible el acceso directo del Ayuntamiento hasta la actual puerta de Jerez, donde arquitectos tan prestigiosos como Aníbal González construyeron hermosos edificios en estilo regionalista, muy popular en la época y que intentaba recrear un pasado de esplendor tras la crisis producida por la pérdida de las colonias en 1898.
Uno de estos edificios es el actualmente llamado “Edificio Coliseo”, próximo a la “Puerta de Jerez”, construido sobre el solar que ocupó el convento de Santo Tomás, derribado para crear la nueva y diáfana avenida. Casi rectangular, de tres plantas y un sótano, fue encargado Ildelfonso Marañón Lavín a José y Aurelio Gómez Millán, cuñados de Aníbal González. El primero se ocupó de la parte técnica y Aurelio realizó la fachada. Se proyectó en 1924 como el “Cine Reina Mercedes”, pero en 1929 el proyecto se transformó en el “Teatro Reina Victoria” para acabar inaugurándose el 3 de diciembre de 1931, durante la República, como el teatro “Coliseo de España”. Como curiosidad, diremos que su aforo era de 2.100 espectadores y que su edificación costó dos millones de pesetas, una suma considerable para la época.
En su construcción se cuidaron todos los detalles, especialmente los de seguridad, con instalaciones de protección contra incendios, que podían conectarse al riego público o a los depósitos de agua situados en el sótano, así como los de comodidad del público, para lo que el edificio contaba con una instalación para la renovación del aire y otra de calefacción por agua caliente.
De su estilo regionalista neomudéjar aparecen muchas muestras en las dos fachadas principales, que dan a las actuales Avenida de la Constitución y a la calle Adolfo Rodríguez Jurado, ya que la de la calle Maese Rodrigo, que originalmente era un callejón particular, se trató como calle trasera.
Otra de las muestras es el uso del ladrillo tallado, en el que se labran las piezas de ladrillo de manera similar a como se labra la piedra, en piezas que unidas entre sí forman columnas, rosetones, bustos o capiteles. Pero quizás lo que más llama la atención son las grandes composiciones de cerámica vidriada que adornan los muros y los elementos de hierro forjado de los grandes balcones de ambas fachadas. Por cierto, bajo los que dan a la actual Avenida de la Constitución se abrían locales comerciales. Su otra fachada se remata con dos torres miradores, de 14 y 15 metros de longitud respectivamente, cubiertos con tejas vidriadas en las esquinas y ricos artesonados, con remates de hierro y columnas de mármol ordenando sus tramos.
El edificio está terminado con un detalle exquisito, lo que se aprecia en los elementos y motivos decorativos utilizados, especialmente en el tratamiento de las marquesinas de las taquillas con sus tornapuntas de hierro forjado, que todavía se conservan.
Respecto al interior, poseía dos vestíbulos, uno en cada fachada principal, que en la planta alta se convertían en salones de fumar, decorados con pinturas murales relacionadas con el teatro. La sala contaba con patio de butacas, primer anfiteatro con palcos y un segundo anfiteatro que se extendía hasta la fachada de la calle Adolfo Rodríguez Jurado.
Paños de azulejos, apliques dorados, techos de madera tallada, escaleras de mármol y frescos inspirados en obras de la literatura española completaban el hermoso interior, en el que también destacaba una gran lámpara central de bronce y cristal, con 180 puntos de luz, 6 metros de alto y 4 metros de diámetro, que actualmente decora el también teatro Lope de Vega de Sevilla tras estar mucho tiempo guardada en unos almacenes municipales.
Posteriormente, la empresa Previsión Española compró el edificio y lo mantuvo como cinematógrafo hasta 1969, cuando se clausuró y se vendió al Banco de Vizcaya (actual BBVA), al ser imposible su mantenimiento. El Coliseo corrió en esa época el riesgo de sufrir el mismo destino que otros destacados edificios sevillanos, que fueron demolidos para adaptar el espacio a un uso funcional.
Afortunadamente, un movimiento popular en defensa de su conservación y el empeño del alcalde Juan Fernández frenaron este desastre. En 1971 fue declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de “monumento”.
La Universidad de Sevilla también contribuyó enormemente a que se salvara una parte de la decoración interior. El profesor Francisco Arquillo, junto a un grupo de estudiantes de Restauración de la Facultad de Bellas Artes, logró salvar entre 1976 y 1977 pinturas murales de gran formato de Francisco Hohenleiter, que se encuentran en la actualidad en un sótano de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. También sobrevive parte de los azulejos de Enrique Orce, donados por el Banco Vizcaya a la Universidad de Sevilla, que se guardan en la actualidad en un sótano de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática de Reina Mercedes. En ambos casos, las piezas permanecen almacenadas, olvidadas y sin restaurar por falta de financiación.
En 1979 el Coliseo se convirtió en sede bancaria, tras una gran reforma dirigida por Luis Fernando Gómez Stern y José Chapa. Tras la venta de la mayor parte del edificio en 2002 por el Banco BBVA a la Junta de Andalucía por 18 millones y medio de euros, su exterior fue restaurado y su interior remodelado, pero conservando parte de su historia, ya que su estructura interior semicircular recrea la de la sala del teatro, y se conserva, aunque sin uso, la enorme puerta blindada de la caja fuerte del banco.
La peatonalización de la zona en 2006 y la instalación del tranvía metrocentro en 2007 contribuyeron a dar protagonismo a un edificio tan hermoso y con un origen tan diferente al actual, que hoy en día es otro enclave singular de la Junta de Andalucía y comentario obligado de los cocheros de los coches de caballos que pasean a los turistas por Sevilla.
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