Llevo en esta profesión casi 35 años, he visto y vivido en primera persona la evolución de los laboratorios y sus profesionales. Durante todo este tiempo he luchado y defendido mi profesión, en la que creo y reivindico como una pieza fundamental e indispensable del engranaje sanitario.
No dejo de pensar dónde estamos, dónde nos corresponde estar y hacia dónde nos dirigimos. Aunque nuestro empoderamiento profesional debería ser incuestionable e imparable, sigo percibiendo en nuestra profesión una falta de continuidad en la lucha por lo que consideramos que nos corresponde.
Me preocupa nuestro futuro y en quién o quiénes van a tomar el relevo cuando me aparte. Nuestros problemas, desgraciadamente, no finalizarán cuando nos hayamos ido. Otros deberán tomar el relevo, nos guste o no. Toda mi vida laboral la he dedicado a nuestro colectivo, con más o menos acierto. Por ello, no me gustaría que todo este trabajo quedara sin la continuidad necesaria en la lucha.
Como dice Paz Cariñena, en todas las organizaciones se escucha la frase de que “no hay nadie imprescindible”, pero quizás sería más adecuado decir que “no hay ningún puesto insustituible”. Las personas somos totalmente prescindibles, por suerte o por desgracia. Aunque esto pueda parecer banal, tiene su relevancia, más si cabe en nuestro colectivo, sin que debiera ser un impedimento para la continuidad.
Por ello no debemos creernos esenciales y optar más bien por ser valiosos para la consecución de nuestros intereses, dejando a un lado egocentrismos, narcisismos y megalomanías. Difícil meta para algunos, pero no por ello deberíamos poner menos interés en su consecución.
Cuando digo que todos debemos tenerlo presente, lo digo en positivo. Para mí, esa frase no significa que deba vivir con miedo sino todo lo contrario, ser consecuentes y conscientes de que a todos nos llega el momento de nuestro relevo. En ese caso, en condiciones normales, podremos permanecer allí o podremos recolocarnos en otro lado… porque realmente imprescindible no hay nadie, efectivamente.
Si somos honrados y profesionales, todos deberíamos estar listos para poder desaparecer en cualquier momento con la cabeza bien alta, dejando nuestros proyectos en condiciones de que otros puedan retomarlos. Por supuesto, estas tareas son las imprescindibles y no las personas que las han estado realizando.
Para los que nos releven hay que decirles que casi todo se puede hacer mejor, para ello solo hay que echarle arrojo, ilusión, imaginación y esfuerzo, por supuesto.
Nos quedan retos importantes como el de saber adaptar nuestro papel dentro de la sanidad y que este sea entendido por el resto de los profesionales. Por supuesto, debemos adaptarnos a las nuevas tareas que nuestras competencias nos permiten, aceptándolas y desarrollándolas lo mejor posible. No hay que olvidar que la base está en nuestro trabajo, en las ganas que como profesionales pongamos en su desarrollo y en seguir demostrando nuestra posición dentro del engranaje de la sanidad y de nuestro colectivo en el mismo.
Las cosas deben cambiar para bien y debemos de preocuparnos porque así sea y no por las diferencias entre profesionales, motivaciones o cualquier otra cuestión que pueda ocasionar que nos desviemos de nuestro objetivo.
Con trabajo, entrega, aprendizaje y compañerismo lo conseguiremos, dejando a un lado los individualismos que en nada nos benefician.
Para finalizar os “regalo” este cuento, del cual debemos y podemos aprender:
Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva. Después de un pequeño silencio me preguntó:
-Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:
-Estoy escuchando el ruido de una carreta.
-Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.
-¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos? -pregunté a mi padre.
-Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace- me respondió.
Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, mostrándose prepotente y haciendo de menos a las personas, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
“Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace”
Jose Herminio Garcia Vela
Técnico Superior Laboratorio Clínico y Biomédico
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