Por Antonio Guerra Jurado
Conductor de la Consejería de Economía, Hacienda y Fondos Europeos
Aquella niña
me mira de otra manera,
no sé qué ha visto en mí,
¡pero parece como si estuviera…!
Solo nos hemos visto
en la escuela, en el patio,
me parece que es nueva.
Me entra curiosidad,
pero no me atrevo a preguntar,
no sé cómo se lo tomará.
Ella habla con las demás
y de vez en cuando
mira hacia mi lado
y yo que la observo,
me doy cuenta
que me sigue con la mirada.
¡Jopé! ¿Qué mirará?
Si yo no soy nada especial,
soy delgado
y bastante feo.
Me armé de valor
y le pregunté:
¿qué miras con tanto detenimiento?
Y ella me respondió:
ese bocadillo
que tienes entre las manos.
He salido de casa,
allí me he dejado
la merienda,
para el recreo.
¡Qué podía hacer yo!
La miré y a la vez
miré lo que tenía
entre las manos
y le dije
que podíamos compartirlo.
Corté un trozo,
se lo ofrecí,
ella le echó mano
y ahora, cada día,
salimos juntos al patio.
Hablamos de muchas cosas,
cogidos de la mano,
hemos conversado,
ya se va acercando
la estación de los enamorados.
Ahora nos miramos
de distinta manera,
parece que Cupido
nos ha clavado una flecha
a cada uno de nosotros
y la llama del Amor,
en nuestros Corazones ha entrado.
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