Ana Megías Calero
Profesora jubilada de la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga
En 1562, en Madrid, le nació a España un poeta dramático magistral, un hombre que, además, venía a revolucionar el teatro europeo.
Un revolucionario de los escenarios, un dramaturgo excepcional que inventaría el teatro moderno y establecería la forma en la que, siglos más tarde, se escribirían los guiones cinematográficos.
En 1580 ya es conocido como poeta, después de estudiar en la Universidad de Salamanca, una de las mejores del mundo en aquel tiempo, trabaja como secretario del Marqués de las Navas hasta 1587, después se alista en la expedición del Marqués de la Santa Cruz a la isla Terceira y a su regreso se enamora por primera vez de Elena Osorio, pero su gran amor termina con una escandalosa ruptura. Ella lo abandona por Francisco Perrenot, poderoso sobrino del Cardenal Granvela. Entonces Lope, enfurecido y despechado, escribe libelos con insultos y estos le acarrean cuatro años de destierro de Madrid, así que sale para Valencia en 1588, se casa con Isabel de Urbina y luego se alista en la Armada Invencible.
En Valencia pasa dos años con su mujer, en una intensa actividad literaria y a su regreso a la corte en 1590 se pone a trabajar con otro noble, el Marqués de Malpica, en Toledo y más tarde sirve como secretario al duque de Alba, y es en esa corte donde compone la novela pastoril La Arcadia y algunas comedias.
En Alba de Tormes mueren su hija mayor y su mujer, así es que vuelve a Madrid ya como famoso dramaturgo. Estando en la capital su vida se complica pues tiene un proceso por amancebamiento con Antonia Trillo en 1596. A partir de entonces la vida amorosa de Lope es muy agitada, era un hombre que se enamoraba de verdad, de manera apasionada y a pesar de sus grandes amores y aventuras con las mujeres tenía tiempo para escribir cientos de comedias y triunfar con ellas hasta su muerte.
Se casó con Juana Guardo, hija de un rico carnicero, tuvo amores con Micaela de Luján con la que tuvo cinco hijos. Viajó por muchas ciudades y tuvo una crisis religiosa por la que ingresó en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, donde escribió poemas de arrepentimiento al mismo tiempo que tenía nuevas relaciones amorosas con Jerónima de Burgos, actriz de sus comedias. En 1610 se muda a una casa con jardín donde cultiva sus flores a la vez que escribe sin cesar y mantiene a dos familias, su amor legítimo y su aventura ilegítima. Su esposa Juana cae enferma y muere del parto de su hija Feliciana. Los teatros se cierran por la muerte de la Reina y fallece su hijo Carlos.
Lope trae a su casa a Marcela y Lope, los hijos que tuvo con Micaela. Atraviesa nuevas crisis religiosas y acaba ordenándose sacerdote en 1614, aunque tiene de nuevo relaciones con la actriz Lucía Salcedo. Pero su última pasión, seguramente el amor más importante de su vida, en el año 1616, es Marta de Nevares, una dama de buena familia, casada a disgusto, de la que Lope tiene una hija. Esta hija tan querida se hace monja e ingresa en un convento abandonando el hogar paterno. Marta de Nevares cae gravemente enferma, se queda ciega y tiene periodos de locura. Lope acarrea problemas económicos y grandes remordimientos pero sigue escribiendo mucho las grandes obras de la última etapa de su vida . En 1632 muere Marta de Nevares. Muere también su hijo Lope Félix y su hija Antonia Clara, se fuga con un Tenorio que más tarde la abandona. Enfermo y envejecido muere en 1635. El entierro fue solemne y la ciudad de Madrid asiste emocionada a las exequias del dramaturgo más famoso de España. El cortejo pasó frente al convento de clausura donde su hija Marcela rezaba por el alma de su amado padre, aquel que era llamado El Fénix de los Ingenios, por su talento dramático y su extraordinario lirismo.
Pero no piensen ustedes que su azarosa vida, su apasionado temperamento le impidieron escribir los centenares de comedias que salieron de su pluma. Sus problemas sentimentales y familiares no frenaron su capacidad de trabajo. Lope de Vega se pasó la vida trabajando. De todas sus virtudes; su lirismo, su potencia vital, su facilidad para crear historias originales, su capacidad erótica, lo que de verdad le caracteriza es su entrega total al oficio de escribir para el teatro. Como dice Francisco Ruiz Ramón “Mucho más tiempo que al amor y a la aventura gustosa de vivir intensamente cada una de las empresas dedicó a permanecer amarrado a su mesa escribiendo. Numerosas veces nos da Lope testimonio de esa entrega suya al trabajo. Ciertamente dedicó muchísimas más horas a escribir acerca del amor que a hacer el amor”.
Entre libros latinos y táscanos,
Ocupo aqui, Gaspar, los breves días,
Que suelen irse en pensamientos vanos.
(Al contador Gaspar de Barrionuevo)
Hasta la hora que del alto cielo.
Dios mismo baja a la bajeza mía.
(A Don Antonio Hurtado de Mendoza)
El teatro de Lope se caracteriza por el dinamismo de la acción. Inventó el principio de intriga y lo desarrolló en tres actos de manera que el espectador quedase clavado en la butaca hasta el final esperando a ver qué sucedía con la trama en el desenlace. Sabía perfectamente cuánto debe durar una obra de teatro para no distraer la atención del público. Conocía la famosa “ira del español sentado” y construyó el “Tiempo Dramático”.
Nuestro dramaturgo tenía un inmenso prestigio. Lope supo ver que el pueblo era el mejor público posible y se especializó en representar sobre los escenarios el modo de pensar y vivir de los españoles de su tiempo. Los villanos se divertían con los ágiles y rápidos argumentos de las obras y los nobles admiraban y disfrutaban los aspectos poéticos de sus comedias. Lope es testigo e intérprete de su época. Sus obras triunfan en la escena española durante un siglo. Su teatro tenía el punto de vista español, en todos sus temas, amorosos, históricos, bíblicos, desde el cual se interpretaba la vida, y esto produjo un teatro popular que abarrotaba los corrales y teatros, a pesar de que las localidades no eran baratas, si se quería ver a una compañía de teatro de calidad. El público era muy exigente con los cómicos de este siglo, había que interpretar muy bien el verso que escribían los dramaturgos y los actores tenían que poseer una extraordinaria dicción para que su texto se entendiese y debían saber los diferentes acentos de las regiones españolas. También sabían proyectar la voz, entonces no había micrófonos y la acústica de los corrales no era muy buena. No existía el futbol, ni la televisión, así es que la gente iba al teatro constantemente, algunos se quedaban sin comer varios días para poder pagar el precio de una entrada.
Su teatro se caracteriza por la eliminación de la fábula, lo que no es interesante en la construcción de la historia a representar, por la sucesión rápida de escenas, lo que siglos más tarde adoptaron los guionistas de Hollywood para el cine de entonces y de hoy. Según Ruiz Ramón “Su fuente está en el Romancero, hay una serie de rasgos que Menéndez Pidal señaló como características de los romances en que los personajes viven sus alegrías y sus penas en estrecha conexión con la naturaleza”.
En su gigantesca producción destacan muchas obras maestras, “Peribáñez y el Comendador de Ocaña”, “Fuenteovejuna”, “El Caballero de Olmedo”, “El perro del hortelano”, “El mejor alcalde, el rey”, y su drama de honor conyugal, que Lope escribió en 1631, a los sesenta y nueve años de edad, “El castigo sin venganza”, basada en un hecho real sobre la vida del Duque de Ferrara, en Italia.
Esta tragedia es tan moderna, que, si se llevase al cine, tal y como Lope la creó, todos pensarían que está escrita por uno de los mejores guionistas de Hollywood, inspirado por los dramas de Shakespeare. Y además contiene, en mi opinión, la escena amorosa más hermosa de todo el teatro clásico de nuestra civilización occidental. En ella los enamorados Federico, hijo del Duque de Ferrara, declara su profundo amor a Casandra, esposa de su padre:
FEDERICO. –
Pues, señora, yo he llegado,
perdido a Dios el temor,
y al Duque, a tan triste estado
que este mi imposible amor
me tiene desesperado.
En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos y sin Dios:
sin Dios, por lo que os deseo;
sin mí, porque estoy sin vos;
sin vos, porque no os poseo.
Y, por si no lo entendéis,
haré sobre estas razones
un discurso, en que podréis
conocer de mis pasiones
la culpa que vos tenéis.
Aunque dicen que el no ser
es, señora el mayor mal,
tal por vos me vengo a ver
que, para no verme tal,
quisiera dejar de ser.
En tantos males me empleo
después que mi ser perdí
que, aunque no verme deseo,
para ver si soy quien fui,
en fin, señora, me veo.
A decir que soy quien soy
tal estoy que no me atrevo,
y por tales pasos voy
que aun no me acuerdo que debo
a Dios la vida que os doy.
Culpa tenemos los dos
del no ser que soy agora,
pues, olvidado por vos
de mí mismo, estoy, señora,
sin mí, sin vos y sin Dios.
Sin mí no es mucho, pues ya
no hay vida sin vos que pida
al mismo que me la da;
pero sin Dios, con ser vida,
¿quién sino mi amor está?
Si en desearos me empleo
y él manda no desear
la hermosura que en vos veo,
claro está que vengo a estar
sin Dios, por lo que os deseo.
¡Oh, qué loco barbarismo
es presumir conservar
la vida en tan aciago abismo
hombre que no puede estar
ni en vos ni en Dios ni en sí mismo!
¿Qué habemos de hacer los dos,
pues a Dios por vos perdí
después que os tengo por dios;
sin Dios, porque estáis en mí;
sin mí, porque estoy sin vos?
Por haceros sólo bien,
mil males vengo a sufrir.
Yo tengo amor; vos, desdén;
tanto, que puedo decir:
¡mirad con quién y sin quién!
Sin vos y sin mí peleo
con tanta desconfianza:
sin mí, porque en vos ya veo
imposible mi esperanza;
sin vos, porque no os poseo.
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