Ignacio Henares Civantos
Asesor Técnico
Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural
El otoño es temporada alta en muchos de los espacios naturales andaluces que ofrecen múltiples posibilidades para disfrutar de su flora, de su fauna, de sus paisajes y de su patrimonio cultural.
La Dehesa del Camarate es uno de los parajes más bellos y singulares del Parque Nacional de Sierra Nevada. Alberga uno de los mejores y más completos bosques mixtos de toda Andalucía.
La Dehesa del Camarate es uno de los lugares privilegiados de nuestra región para disfrutar de la ‘otoñada’, un espectáculo de colores que atrae cada año a senderistas de muchas procedencias, naturalistas y fotógrafos. Localizado en el término municipal granadino de Lugros, en el cuadrante noroccidental del macizo nevadense, este espacio constituye uno de los tesoros botánicos más preciados de cuantos posee el Parque Nacional de Sierra Nevada, ya que alberga el mejor y más completo bosque mixto de toda la provincia de Granada y uno de los más sobresalientes de Andalucía. En este paraje natural, se dan cita numerosas especies de árboles de hoja caduca, tales como robles melojos, quejigos, mostajos o serbales, arces, maguillos, fresnos, sauces y toda la corte de arbustos que los acompañan (agracejos, rosales silvestres, majuelos, zarzamoras…), que lo han convertido en uno de los sitios más fotogénicos y fotografiados del otoño andaluz.
Contrasta este bosque, relicto de un pasado climático más húmedo y fresco, con el paisaje acarcavado de los badlands de la Hoya de Guadix a sus pies y con la alta montaña de Sierra Nevada que lo corona y el Picón de Jérez, el tres mil más oriental y más al norte, presidiendo el skyline de toda la comarca.
Conocido como el “Bosque Encantado”, es un lugar privilegiado para disfrutar de la variedad cromática del otoño aunque el espectáculo visual de la explosión primaveral de vida no le anda a la zaga. En función del año hidrológico y de las condiciones meteorológicas, durante unas semanas, este espacio nos ofrece múltiples paisajes diferentes, rebosantes de color, en donde los tonos rojos, anaranjados, amarillos, ocres y verdes van componiendo sinfonías caprichosas de colores que alegran la vista y animan el espíritu.
Los días variados de otoño, lluviosos, con nieblas o soleados, multiplican la posibilidad de encontrarnos con bellas estampas diferentes, a veces incluso en la misma jornada. El encinar, en las zonas de solana y el piornal o matorral almohadillado, en las zonas más elevadas, ofrecen un contraste que remata la composición de colores y texturas.
Una parte de la finca de la Dehesa del Camarate en la actualidad es de titularidad pública y arranca en el denominado Horcajo, lugar en el que al río Alhama se le suman las aguas del barranco de las Rozas y del barranco de Guadix; una cancela impide la circulación a los vehículos con motor (salvo los autorizados: pastores y ganaderos, propietarios y guardería del parque). El acceso es libre para senderistas y bicicletas por una puerta situada a la derecha del portón principal. Durante la temporada alta de otoño, entre el 12 de octubre y el 8 de diciembre, los festivos y fines de semana hay una regulación de accesos por lo que hay que realizar una reserva previa a través de la web de la Consejería de Medio Ambiente y Sostenibilidad en la siguiente dirección:
Gestión de Cupos en Espacios Naturales (juntadeandalucia.es)
Los vehículos a motor deben dejarse, en todo caso en estas fechas, en un lugar habilitado como aparcamiento por el ayuntamiento de la localidad desde donde se puede utilizar una lanzadera hasta la entrada a la finca.
Además del valioso patrimonio natural cuenta con un patrimonio cultural asociado al uso dedicado durante mucho tiempo a la ganadería extensiva, como son las ruinas de una coqueta ermita y los corrales de embarque de los toros bravos que se criaban aquí hasta el siglo pasado, ambos situados junto a la entrada.
Un atractivo paseo botánico
El paseo por nuestro ‘bosque encantado’, desde la base en el Horcajo del Camarate, hasta el punto más elevado de la finca, puede ser considerado un recorrido por una magnífica colección botánica. Ya al cruzar la verja inicial nos encontramos con unos buenos ejemplares de sauces y fresnos. En esta zona de entrada también son destacables unos espectaculares majuelos y rosales silvestres. En las inmediaciones podemos ampliar nuestro listado de especies con álamos y alisos y dos variedades de sauces: blancos y cenicientos.
En nuestro primer tramo de subida nos vamos a encontrar, de manera alternativa, a los robles en su evolución cromática foliar, con toda su corte de arbustos y matorral acompañante -en las zonas más umbrías- y a las siempre verdes encinas, -en la solana- con todas las especies que las escoltan. En nuestra ascensión zigzagueante por la pista aprovecharemos cada recodo para ir descansando y cobrando una visión más amplia del paisaje conforme ganamos altura.
En la espesura del follaje podremos distinguir todavía más especies para sumar a nuestro catálogo: zarzas, madreselvas, clemátides y heléboros. Entre el matorral arbustivo abundan rascaviejas y anotaremos también en la lista a durillos, espino cerval o algún endrino andaluz perdido.
A mitad de la ascensión, el espectáculo multicolor está a nuestro alcance. Los fresnos son los primeros árboles que comienzan a amarillear junto a los arces granadinos. De este endemismo podremos encontrar ejemplares con distintos tonos, o en un mismo pie incluso podemos observar hojas de múltiples tonalidades, verdes, amarillas y rojas. Destacan también los tonos anaranjados del mostajo y el profundo rojo bermellón de los cerezos silvestres. Si escudriñamos por los barrancos aledaños descubriremos verdes tejos mezclados con abedules y una nueva especie, (junto a robles y encinas), de quercínea productora de bellota: el quejigo.
Continuamos ascendiendo hasta alcanzar el collado del Cerro de los Carneros. En este punto se da acceso a una propiedad particular aunque nuestro recorrido continuará por el ramal público. Desde aquí podemos apreciar ya en todo su esplendor el paisaje de la alta montaña, presidido por el cerro del Mirador Alto (2.684 metros) y detrás y más alto el Picón de Jerez (3.088 metros).
Un tramo más arriba, en la parte más elevada de la finca, superaremos un antiguo ‘tentadero’, quizás el más alto del mundo, y nos encontraremos con el Prado de los Chapiteles donde obtendremos una perspectiva amplia de toda la Dehesa desde la que podemos disfrutar de las vistas al cortijo ganadero de “El Camarate” que da nombre al lugar, rodeado de amplios prados formados por el ‘careo’ de las acequias tradicionales. Si echamos una mirada hacia la Hoya de Guadix, veremos toda la llanura salpicada de pequeños pueblos blancos. Desde lo alto la vista alcanza hasta poder identificar los perfiles de Sierra Mágina, Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, Sierra de Castril, La Sagra, Sierra de Baza…
Subimos un poco más hasta alcanzar el lugar conocido como la Piedra de los Soldados, (un nombre por el que compiten diferentes historias y leyendas para explicar su denominación), situada a 2.256 metros de altitud. Desde aquí tenemos a la vista el Puerto de Trevélez, que une las dos vertientes de Sierra Nevada, y gran parte de la cuerda que sigue en dirección este y que delimita el Marquesado del Zenete y la Alpujarra. Nos encontramos ya en el dominio del matorral almohadillado de alta montaña conocido como piornal, en el que podríamos ampliar nuestra colección de plantas con más de 50 especies adicionales a las que hemos contemplado hasta este momento. Desde aquí podemos iniciar el camino de regreso a nuestro punto de partida por el mismo lugar por el que hemos realizado la ascensión o, si las fuerzas y el tiempo nos lo permiten, conectar con otros interesantes parajes nevadenses.
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