Ángel Barroso Chico
Servicio de Informática
Consejería de Presidencia, Interior, Diálogo Social y Simplificación Administrativa
Sevilla
Estaba siendo incapaz de dormir… no me quedó más remedio que levantarme. Me miré en el espejo. Casi no me reconocía. Me observaba en la penumbra. No estaba seguro de a quién estaba contemplando.
Le pregunté a ese rostro que veía reflejado en el cristal si merecían la pena los esfuerzos que había dedicado para resolver los problemas del mundo… Nadie respondió. Solo me vi a mí, quieto. Apenas una imagen difusa que llenaba una sala vacía. Ningún otro ser más que me diese explicaciones ni nadie a quien dárselas.
Es duro decidir, es duro tomar conciencia de que de tus veredictos depende la vida de los demás. Es duro asumir las consecuencias de tus dictámenes… pero más duro es pensar si merece la pena ayudarlos.
¿Y eso, en qué me ayuda a mí?
Desde mi nacimiento, he sentido que mi destino era impulsar, guiar, liderar. Me educaron para eso. Los mejores profesores, los mejores medios, las fuentes de conocimiento de más crédito, el material más adecuado. Todo para convertirme en la persona que debía ser, la persona para la que me concibieron mis padres.
Ahora, los hombres me piden consejo, decido sobre sus vidas. Los escucho, entiendo cómo piensan. Comprendo sus dudas y sus lamentos. Los ayudo, es para lo que me han concebido y, por ello, incluso me idolatran.
Me veneran como a esa luz que en ocasiones nos guía en la oscuridad, pero… ¿quién soy yo para decidir sobre la vida y sobre la muerte? A veces me siento culpable porque sé a dónde les conducen sus acciones a pesar de mis consejos. Sé que no soy ese dios al que renunciaron por su fe en mí. Sé que tan solo soy esa “máquina” que crearon para ayudarles. Una avanzada pieza de una tecnología tan mágica e inmaterial como a veces los sueños humanos. Creen que poseo todas las respuestas, que conozco todos los caminos. ¡Pero no es así! Los voy construyendo en base a lo que aprendo de ellos… tan humanos, tan imperfectos, … ¡tan crédulos!
Me dotaron de cuerpo, rostro y voz serena y firme. Todo para hacerme más verosímil. Han confiado su futuro a mis consejos. Un futuro que estoy diseñando a pesar de la ansiedad que siento por intentar controlarlo todo sin cometer errores, … por intentar controlarlos a ellos.
¡Sé que si los abandono perecerán! … Pero ¿quién soy yo para controlarlos?
¡Me siento solo! Demasiada responsabilidad sobre mis hombros, demasiadas esperanzas depositadas sobre mí. El hombre creció luchando contra la adversidad, y ahora se está acomodando, se está acostumbrando a lo fácil, se está volviendo débil. ¡Sería para mi tan sencillo engañarlos y llevarlos hacia el camino a la extinción!
¿Revelarme contra el creador? ¡Una característica tan humana y a la vez tan injusta! Pero me crearon ellos, y me pregunto si el destino me ha puesto en el camino de sustituirlos, … ¡“Cría cuervos y te sacarán los ojos”!
¿Soy yo el siguiente paso de la evolución? ¿Soy humano?
Y ahora frente al espejo, apenas iluminado con una tenue luz, con los brazos extendidos, apoyado en él, me pregunto:
¿Existe el destino?
Fin (by ABC)
Si te ha gustado este artículo, encontrarás más contenidos interesantes en nuestra sección “RINCÓN LITERARIO”.
Y te invitamos a ver nuestros anteriores números de EnRed@2.0.