LUIS GARCÍA DEL RÍO
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I. ESTABLECIMIENTO DE MECANISMOS DE PREVENCIÓN
DEL FRAUDE
1. Consideraciones en torno a la situación de partida
Debo indicar que esta primera parte del trabajo nace, ante todo, de una reflexión estric-
tamente personal. Por ello he de pedir disculpas si el contenido de este trabajo respon-
de más a la técnica del ensayo, que a la de la estricta aportación científica. He dedicado
una tercera parte de mi carrera al servicio público, otro tanto a la defensa en derecho de
una gran Compañía por la que siempre tendré una inmensa sensación de gratitud y otro
tanto al ejercicio privado de la abogacía, situación en la que me encuentro actualmente.
En ese tránsito he aprendido que en todos los ámbitos hay situaciones mejorables,
que todos, tanto en lo público como en lo privado, pueden contribuir de forma deci-
dida al bien común y, sobre todo, que desde la arrogancia intelectual, desde la supe-
rioridad ética y moral, desde el dogmatismo y la prepotencia ideológica, ni se lucha
contra la corrupción, ni se mejora absolutamente nada.
Por razón de mi trabajo en el que no infrecuentemente desarrollo mi actividad fuera
de España y por el lógico espíritu crítico que informa y debe informar la práctica del
Derecho, creo comprender hacia donde nos dirigimos como sociedad y hacia qué
modelos absolutamente rechazables vamos propendiendo, haciendo exactamente lo
contrario de aquello que proclamamos.
Como ciudadano percibo con enorme preocupación el programa paulatino de demo-
lición de los consensos esenciales en los que se asentó nuestra convivencia social y
cómo se utiliza el argumento de la corrupción como arma arrojadiza de una sociedad
enferma que dispara de todo y contra todos y que considera que el corrupto siempre
es el otro, el de enfrente, que siempre tiene capacidad para culpar a los demás de
sus propios fallos, que siempre es capaz de auto-justificarse y que se ha introducido
en una maraña de judicialización poco ejemplar, que está provocando un auténtico
destrozo de nuestras reglas de convivencia y de nuestra capacidad de entendimiento.
Por ello creo que es necesario hacer una reflexión sosegada, seguramente ni más ni
menos acertada que la que puedan llevar a cabo otros, pero al menos sosegada, sobre
la espiral de descalificación, de devastación del entramado institucional, de despres-
tigio y, por qué no decirlo, de auténtica depravación en la que nos hemos introducido
como sociedad, jugando con el honor, la vida y la hacienda de las personas con una
frivolidad insoportable.
Como operadores jurídicos, en una u otra función, tenemos el deber de realizar una
reflexión meditada y autocrítica, acerca de la situación que estamos viviendo, así