¿Por qué fracasan las dietas?

María Isabel Morillas Consuegra, Administrativa de la Dirección General de Aguas en Málaga y Técnica Superior en Dietética, nos da importantes consejos nutricionales

¿Por qué creéis que fallan las dietas? Podéis pensarlo unos minutos y surgirán numerosas respuestas, todas probablemente verdaderas. El número de fracasos en la pérdida de peso es cada vez mayor y las tasas de obesidad no descienden todo lo que quisiéramos. Pero hay que tener mucho cuidado con querer perder peso a lo rápido. Perder peso es fácil, lo difícil es mantener ese peso saludable. El éxito dependerá, en parte, de nuestra capacidad para llevar los cambios a la práctica.

No es cierto que haya que “comer de todo”. Hay alimentos que son factores de prevención de enfermedades (verduras, frutos secos, pescado azul) y alimentos que son factor de riesgo de enfermedades (bollería, refrescos, alcohol, embutidos, harinas refinadas). Hay que elegir los alimentos más adecuados y reducir o descartar otros. Es importante la cantidad pero también la calidad del alimento.

La mayoría de las dietas que conocemos ayudan a perder peso en un período corto de tiempo pero a menudo vuelves a coger peso con rapidez. Se ciñen en una báscula y si no se ajusta al peso que esperas, se considera un fracaso, que conlleva al abandono de la dieta y a volver a comer de todo.

Hay muchos factores que influyen en el fracaso de una dieta, además de que el ambiente obesogénico que nos rodea, no ayuda demasiado. Tenemos a nuestra disposición gran cantidad de comida de baja calidad nutricional y la vida estresante en las ciudades ofrece pocas oportunidades de hacer ejercicio. Por otro lado, la industria alimentaria nos hace creer que debemos consumir sus alimentos ultraprocesados y azucarados, bombardeándonos con ofertas para que compres más comida de la que necesitas. Y no olvides que cuanta más comida ves, más comida compras. 

Os animo a analizar una serie de factores que influyen en el fracaso de las dietas y a reflexionar si os sentís identificados con alguno de ellos.

  1. Dietas estrictas. Hacer dieta está asociado a pasar hambre. La creencia de que para bajar de peso tienes que dejar de comer es algo muy común. ¿Lo piensas tú? En realidad, esto suele ocurrir con las “dietas milagro” (Keto, disociadas low carb, Paleo, etc). Al principio te motivan mucho porque bajas rápido de peso, pero  en 3-4 meses recuperas lo perdido y a veces incluso ganas más. ¿Por qué? Porque son dietas muy desequilibradas, excluyen muchos alimentos, son muy restrictivas, su único objetivo es perder kilos a base de comer filetes a la plancha y ensaladas principalmente, o combinando alimentos de manera extraña. Restringir calorías te dará hambre, te obsesionarás con comer, dará señales de alarma a nuestro cerebro (se activará la hormona grelina) y tendremos más ganas de comer esos alimentos que nos prohíben (y llegarán los atracones). Restringir alimentos no es sostenible en el tiempo, no podrás seguir ese tipo de dieta porque tu apetito te reclamará más cantidad. Y con razón. Nuestro organismo está programado para sobrevivir, y en cuanto note escasez de energía, se pondrá en alerta, se desacelerará el metabolismo para compensar esa falta de energía y volverás a tener hambre y a engordar.

En algunas dietas hay intereses económicos por medio, a veces incluyen productos y suplementos. Suelen ser un engaño y tratan de convencerte de que funcionan. El problema es que con estas dietas se pierde mucha masa muscular, no grasa, por eso son peligrosas para la salud. Y el efecto yo-yo es evidente enseguida. Como he comentado, se recupera el peso con gran facilidad al dejarlas porque no has cambiado tus hábitos, el cuerpo necesita un tiempo para asimilar esos cambios. Por tanto, mejor alejarse de ellas. Una dieta que restringe demasiados alimentos o te hace pasar hambre no es buena.

  1. No tener un objetivo real o sensato. La idea de que para adelgazar hay que hacer un gran esfuerzo, para así tener resultados inmediatos. ¿Te suena familiar? Esto es otro error. Las dietas suelen hacerte creer que bajarás mucho peso en poco tiempo y eso no es posible. Bueno, para ser sinceros, se puede conseguir, pero a costa de tu salud y a sabiendas de que vas a recuperar el peso enseguida, poco después. Hay que ponerse objetivos pequeños, hacer pequeños cambios saludables para que se mantengan en el tiempo. Se trata de bajar de peso de manera flexible. Adelgazar saludablemente es perder masa grasa pero no muscular y mantener la pérdida de peso a largo plazo. El cambio de hábitos debe permanecer en el tiempo.
  2. No tener una motivación fuerte. Hay que elegir el momento apropiado para hacer el cambio. Debemos estar convencidos de que queremos perder peso. Ponerse excusas para no hacer cambios es muy común: “me engorda hasta el aire, es genético, no tengo tiempo de cocinar, no sé decir no a una invitación para comer, ya he probado muchas dietas antes y siempre vuelvo a engordar”… seguro que habéis oído mil justificaciones para no empezar en serio. Todo intento que finalmente no se cumple, genera una enorme frustración y culpabilidad que conduce a volver a comer mal. Tenemos que vigilar las emociones también, pues pueden determinar lo que comemos, eligiendo lo menos adecuado. Hay que tomar conciencia y ser responsables. Si no estás realmente convencido de que quieres comer bien, no conseguirás ningún cambio. Cuando creas firmemente que el cambio es bueno para ti, tendrás esa motivación fuerte para cumplir tus objetivos.
  3. No ponerse en mano de profesionales. Muchas personas utilizan la dieta de algún vecino o familiar…compran productos “quemagrasas” o light o de dieta (que predisponen a comer más), y no acuden a profesionales de la nutrición, que son los que van a realizar pautas personalizadas considerando todos tus factores individuales. Porque no es darte un papel de un cajón con una dieta, un dietista o nutricionista profesional te acompaña para guiarte a comer sano, buscará entender qué te ocurre para que comas así, propondrá cambios específicos que tú necesitas, te enseñará a leer las etiquetas nutricionales, a elegir los productos adecuados, a incluir recetas para que pruebes nuevos sabores, etc.
  4. No hacer ejercicio físico. Solamente con cambiar los hábitos alimenticios no es suficiente, pues el organismo se resiente. Si no se hace ejercicio regular, hay una gran pérdida muscular. Se necesita actividad física para que tenga efecto una pauta alimentaria a largo plazo. Es necesario entender que la actividad física (salir a pasear, caminar, correr, ir al gimnasio…) aumentará la velocidad de la pérdida de peso y acelerará el metabolismo, incrementará nuestro gasto energético y quemaremos más calorías. Asimismo, reducirá nuestros niveles de estrés y ansiedad, nos proporcionará más energía, estaremos más activos, se reducirán ciertos dolores y favorecerá un estado de ánimo mucho más positivo, gracias a la liberación de sustancias químicas en el cerebro.

Hay numerosas enfermedades crónicas que se podrían evitar manteniendo una alimentación saludable. Adelgazar no significa “hacer dieta” sino integrar unos buenos hábitos de por vida. Se trata de mantener un equilibrio entre comida saludable y comida rica y que se disfruta. Hay que estar muy a gusto con lo que comemos y probar a incorporar nuevas recetas. Hay que entender que no tenemos que “hacer dieta” (concepto muy negativo que implica renuncia y sacrificio), sino comer de forma saludable toda la vida.

Los cambios se hacen despacio. El objetivo es aprender a comer bien y mantener esos hábitos saludables a lo largo del tiempo. Comer bien te hace sentir bien contigo mismo, estarás más fuerte, más animado, más lleno de vida. Mejorará tu salud, con beneficios a largo plazo y mejor calidad de vida. 

La clave es terminar diciendo: Dejé de comer mal. Yo no hago dieta, simplemente he escogido un estilo de vida saludable.

¿Ejemplo de dieta saludable y deliciosa? aquí tienes uno… Receta de Brownie Saludable


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